martes, 15 de abril de 2008


Uruguay también existe


Los uruguayos (en enorme mayoría) y a lo largo de nuestra historia le hemos venido dando cinco espaldas al país o cinco veces la espalda. Es por ello que muchos dudan de su viabilidad.

Sencillamente porque con tanta espalda puesta contra el horizonte sólo se puede ver un pedazo, y pequeño, del ombligo. Si a tal paisaje lo consideramos “el país” entonces está claro que no es viable.

Le dimos la espalda al mar y se la seguimos dando. Es algo inexplicable. La extensión de los intereses marítimos orientales es mayor a la de las áreas terrestres. Llega por el mar hasta la Antártida y sus aledaños y sube por los ríos y lagos, país y continente adentro.

Le dimos la espalda al subsuelo tanto del mar como de la tierra y se la seguimos dando. Hacia “abajo”, de Uruguay sólo conocemos o nos ha interesado conocer hasta el lugar adonde llegan las raíces del pasto. Como si el Uruguay fuera nada más que una finísima lámina. Cabe señalar subsidiariamente que también se la dimos al cielo (recién ahora tendremos radares para saber quién va y quién viene por él) y al espacio (donde poseemos derechos satelitales).

Le dimos la espalda a la tierra comprando veleidades urbanas (para colmo exhóticas, envasadas y mal traducidas) que se nos instalaron en la cabeza y por ella en el territorio (país macrocefálico y no solo centralizado sino centralista). De esas malformaciones la peor, por lejos, es la mental. Será la más difícil de erradicar porque las neuronas anquilosadas carecen de cintura apropiada como para que el cuerpo ya calcáreo también pueda darse vuelta. Como si fuera una heladera.

Le dimos la espalda a la industria. Incluso la combatimos. Hubo un Ministro de Economía y Finanzas que con flagrante honestidad intelectual llegó a plantear la disolución del Ministerio de Industria, Energía y Minería. Y lo logró. Presenciamos, paralizados por la sorpresa, la más grande demolición industrial del mundo (en términos relativos a nuestro tamaño) y nos quedamos a vivir entre las ruinas de un grande cementerio industrial (que pueden verse todavía como vestigios de una civilización pretérita asolada por la caída de un meteoro).

Le dimos finalmente la espalda a la gente que comenzó a hundirse en la pobreza y por ella en la indigencia hasta llegar al submundo de la exclusión. Pero también al mundo del envejecimiento poblacional y la emigración.

Si no nos revertimos; si no decidimos poner espalda contra espalda olvidando el ombliguismo y así poder mirar para afuera, no podremos ver al desintegrado país descuartizado. Al país así roto. Al Uruguay entero que debemos reconstruir, restañar, cicatrizar, unir. El único viable que a la vez es extremadamente viable.Esta es además una ecuación “matemáticamente” demostrativa de que a pesar de todo (incluso de nuestra ceguera) Uruguay también existe.